La Lorera de la Trucha es uno de esos lugares que consiguen sorprender al excursionista por muchos espacios que crea haber visto en Extremadura.
Nos encontramos en un entorno natural de una dimensión abrumadora, el Sinclinal del Guadarranque, completamente rodeados por las largas cadenas apalachenses de la Sierra de Altamira al este y la Sierra de la Palomera al oeste.
Es por ello que, para conocer la Lorera de la Trucha, yo recomiendo venir sin prisas y echar el día haciendo un recorrido que combine parte en automóvil y parte a pie. Estoy seguro que va a conseguir trasmitiros un sentimiento de aislamiento y soledad cada vez más difícil de encontrar en el tiempo en el que vivimos. Os aviso de que la aproximación es larga y a buen seguro muy placentera, con altas posibilidades de disfrutar de múltiples avistamientos de fauna (ciervos, corzos, jabalíes, buitres, águilas, etc.).
A grandes rasgos os comento que la ruta visita la concentración peninsular más valiosa y representativa de loro (Prunus lusitanica L. subsp. lusitanica). Este árbol de hoja perenne es el emblema de Las Villuercas y es un auténtico ejemplo de supervivencia. Es una especie relicta que forma parte de la laurisilva, más propia de bosques mixtos subtropicales de ambientes de la Región Macaronésica. El origen del loro hay que situarlo hace más de 3 millones de años en la Era Terciaria, cuando se encontraba muy expandido. En aquel periodo el clima en la península era mucho más cálido y húmedo que el actual. Primero una época de sequía a finales del Terciario y posteriormente los fríos y las glaciaciones de la Era Cuaternaria hacen que el loro se vea mermado en número y superficie, llegando a nuestro tiempo una pequeña muestra acantonada en espacios muy reducidos, principalmente barrancos y zonas umbrosas, siempre cerca de cursos de agua que recreen los ambientes templados y húmedos que necesita para sobrevivir.
Forman los llamados bosques de niebla, produciendo el curioso fenómeno conocido como «lluvia horizontal», al atrapar sus hojas lanceoladas las brumas y conducirlas al suelo. Los frutos son dispersados por pájaros como el zorzal, el mirlo o la curruca. La zona que vamos a visitar está protegida bajo la figura de «Árbol Singular» por la RENPEX (Red de Espacios Naturales Protegidos de Extremadura), y corresponde con la banda de 5 metros a cada lado (DPH) que acompaña a la Garganta de la Trucha. En las sierras de Las Villuercas se estima que existen algo más de 7000 ejemplares de loro (2/3 del total peninsular), localizando en la Lorera de la Trucha un total de 1400, pudiendo también encontrarlos en menor medida en otras zonas de la comarca como el tramo alto del Río Ruecas, la Garganta Salóbriga, el curso alto del Guadalupejo, la Garganta de Santa Lucía, el Río Viejas, el entorno del Arroyo de las Calabazas o en el del Río Ibor. Sin duda estamos ante una de las joyas de la botánica, muy desconocida por la mayor parte de la población.
Volviendo a la ruta, el itinerario a pie propuesto aunque es fácil, he decidido calificarlo como moderado porque la subida por la Garganta de la Trucha presenta puntualmente algún tramo angosto. Esencialmente es la conexión de la parte baja del Charco de la Trucha con la zona de cascadas. Sin ser complicado tal vez no sea apto para todos los públicos por la moderada pendiente de ascenso y descenso. En cambio, la visita al punto de mayor concentración de loros es muy sencillo dejando el vehículo junto al Molino de la Trucha. A partir de ahí remontaremos una corta senda que sin dificultad nos conducirá hasta la espesura, toda una experiencia adentrarse en la lorera. A la vuelta las vistas desde el Collado de la Celadilla también son reseñables. Durante el trayecto en coche es recomendable hacer paradas en la obra mudéjar de la Iglesia de Santa Catalina (Alía), el Estrecho de la Peña Amarilla, el Puente del Guadarranque, la acogedora localidad de Navatrasierra, el área recreativa Puente de los Horcones, el Cancho del Ataque, el Hospital del Obispo y como no, en la monacal Puebla y Villa de Guadalupe.
Disfruten y sean muy respetuosos con el espacio que van a visitar.